Ya en cines Adú, un drama realista que busca en el espectador un cambio de mirada
La nueva película de Salvador Calvo es un relato dramático que denuncia la situación de los inmigrantes que se ven obligados a huir de su país en situaciones indignas, peligrosas e inhumanas. En la rueda de los aviones o cruzando el mar en medio de la oscuridad más incierta. El guion, resalta por su ingenio en la forma de afrontarlo: a través de tres historias entrelazadas, se busca un mensaje común: hay que hacer algo, actuar y buscar soluciones ante el desconsuelo.
“Emigrar es desaparecer para después renacer”. Lo decía Zami Nair y lo cierto es que cuando has perdido todo, solo te queda resistir e insistir en un nuevo comienzo, uno lejos del lugar donde podías jugar al fútbol tranquilamente con el nombre de Cristiano Ronaldo escrito en tu piel con tiza y ser feliz con tan poco. Los ojos de Adú brillaban con intensidad hasta que se volvieron tristes. Adú y su hermana emprenden un viaje de supervivencia, en el que la intriga, el sufrimiento y la realidad más letal se unen a lo largo de toda la cinta. La inocencia del pequeño de solo seis años y la valentía de Alika cambiará sus vidas para siempre.
En un ambiente colorista que recuerda a su último proyecto en pantalla grande, 1898: Los últimos de Filipinas (2016), Salvador Calvo usa el lenguaje del cine para contar y sobre todo reivindicar lo necesario de nuestra humanidad, proteger y acoger a esa gente que lo ha perdido todo y busca una segunda oportunidad. El director intenta ofrecer la versión más honesta desde la visión de la policía encargada de controlar la valla de Melilla que está pendiente de un juicio por la muerte de un africano que intentó saltar , la de un activista que lucha contra la caza furtiva de elefantes y por último, la más significativa, la de un niño de seis años que acompañado de su hermana Alika hará lo imposible por llegar a Europa. Los destinos de los protagonistas de cada historia se cruzarán al final de la película en una narrativa perfectamente construida que se entenderá desde las primeras secuencias y en ningún momento dará lugar a confusión.
El trazo de un doloroso mapa por el continente africano
Lo interesante de Adú es que es capaz de mostrar la dualidad de los seres humanos, los que viven desahogados sin que les falte de nada (a veces solo amor) y los pobres que desde que pusieron un pie en este mundo conocen de cerca lo que es la miseria, la pérdida y el desalliento. Desgarradora, sufridora y sobrecogedora en algunos momentos de la película, Adú duele porque lo que es real siempre lo hace pero también abraza. El público saldrá de la sala con un intenso nudo en la garganta y la impotencia de saber que a pocos kilómetros de casa, la realidad es verdaderamente dramática. Una realidad condenada al infortunio en la que jóvenes se prostituyen para poder llevarse algo a la boca, niños que son engañados por mafias, donde los que deben protegerte no lo hacen, sino que lo corrompen todo. No es una película amable ni tampoco pretende serlo. Solo busca dar un golpe sobre la mesa y que Europa se replantee el vacío humano y legal que existe en materia de inmigración. La belleza natural del entorno y todo lo que rodea a Camerún se transmite con gran fidelidad gracias al excelente trabajo de fotografía de Sergi Vilanova.
Para que una historia funcione debidamente siempre tiene que tener un buen reparto y en este caso es una de las piezas fundamentales para que lo que se quiere contar llegue al alma del a veces distraído público. Moustapha Oumarou brillante en su debut, interpreta de forma magistral a Adú, ese niño que debía tener la naturalidad, la inocencia y el desparpajo de un niño de su edad. Su eterna sonrisa lo ilumina todo. Salvador encontró a un pequeño que hablaba con la mirada. Moustapha es la joya más preciada de esta película convertida para él en el juego más divertido y un curso intensivo (incluso tuvo que aprender a nadar) que podemos disfrutar ahora en pantalla grande. Además, destacar el compromiso con la verdad de Adam Naourou. La interpretación de este beninés es un regalo para la película.
Por su parte, nos quedamos con las interpretaciones de Luis Tosar y Anna Castillo que interpretan a un padre y una hija que no se entienden demasiado bien. África también les cambiará la forma de afrontar su relación. A pesar de que no es una película que les permita lucirse demasiado, lo poco que aparecen es para aportar calidad y buen hacer interpretativo. Luis Tosar, preciso, solvente, un actor imparable que sorprende en cada nuevo proyecto. Anna Castillo es de esas actrices que siempre te alegras de ver trabajar. Tiene una magia especial, una frescura y una naturalidad que siempre aporta verdad a cada nuevo personaje.
En definitiva, Adú es un viaje por la belleza y el dolor del continente africano que llega a los cines para dar un golpe de realidad necesario y trangresor.