‘Alguien tiene que morir’, el drama familiar con grandes intenciones y un débil resultado

alguien tiene que morir

Del creador de La casa de las floresAlguien tiene que morir surge en un intento de seguir la estela de Las chicas del cable, primera serie original de Netflix en España, pero sin llegar a un resultado tan efectivo. Sin embargo, la ficción protagonizada por Ernesto Alterio y Carmen Maura, entre otros, atrapa por el suspense y la gran habilidad de englobar la historia en tres capítulos, perfectamente ambientados y con un reparto muy lúcido.

De corte de época, Alguien tiene que morir, es un retrato, algo impreciso de la sociedad española de los años 50, dando muestra de los cánones conservadores de la familia protagonista y por otro lado, dando visibilidad a temas importantes como la homosexualidad, lo único que puede hacer conectar al público joven y que es uno de los grandes puntos de enganche de esta serie que tiene un buen planteamiento pero una ejecución fallida, especialmente en la línea narrativa. No se profundiza en ninguno de los personajes, por lo que no llegamos a conocer las luces y sombras de cada uno de ellos. Un detalle a resaltar es que Ester Expósito que presumiblemente es una de las protagonistas, parece estar como una añadida a la trama que aparece en escenas puntuales, sin dejar que Cayetana tenga un desarrollo más profundo.

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Los culebrones son la verdadera esencia de Manolo Caro que sabe cómo hacer funcionar la comedia con tintes dramáticos. El creador de esta ficción consiguió un gran fenómeno internacional con la mexicana La casa de las flores con una forma muy peculiar de retratar el drama familiar. En esta nueva apuesta da un paso más allá, aunque lo que nos propone es más thriller, un género que llama mucho la atención al público de la plataforma.

Alguien tiene que morir cuenta la historia de la familia Falcón, con Gabino como punto de inflexión de la historia. Su llegada a la casa familiar va a romper con lo establecido. El único hijo de Gregorio y Mina irrumpe en Madrid con su amigo Lázaro después de vivir una temporada larga en México. Sus ideas claras y su espíritu rebelde en contra de las normas de esa vida artificial, de apariencias, descolocará a su padre, su abuela y su entorno más cercano, mientras que su madre es la única que le apoya en sus decisiones. Una situación que provocará violencia, desamor y una muerte que parece acechar, uno de los puntos fuertes que llegará con el capítulo final que sin duda es uno de los más apasionantes.

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En esta serie falta expresión y personalidad propia. En el reparto hay grandes nombres que son la gran salvación de Alguien tiene que morir. La ficción queda en la superficialidad y eso te deja una sensación agridulce. La propuesta es correcta para pasar un buen rato, pero sin conseguir un retrato fiel de aquella época, haciendo uso de estereotipos muy manidos. A nivel interpretativo, destaca la fuerza interpretativa de Carmen Maura en el papel de Amparo que tiene algunos de los momentos más brillantes como sucede en la secuencia final, la siempre soberbia actuación de Mariola Fuentes y Ernesto Alterio y una Cecilia Suárez que en esta ocasión hace un gran trabajo de contención, donde encontramos una madre con un punto de dulzura atrapada en una vida que no siente como propia. El mayor descubrimiento son los mexicanos Alejandro Speitzer e Isaac Hernández que son las grandes promesas de esta ficción. Alguien tiene que morir es una serie con buenas intenciones en su planteamiento pero con un débil resultado.

Ya está disponible en Netflix.

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