16.000 almas unieron su entusiasmo en el WiZink Center de Madrid para recibir a los participantes de la última edición de Operación Triunfo en su primer doblete en la capital
Unas horas antes de que diera comienzo el concierto, una enorme cola empezaba a formarse alrededor de la entrada principal del antiguo Palacio de los Deportes, y también en las colindantes, donde nos cruzamos con grupos de jóvenes que habían acampado para tener un sitio cerca de sus concursantes favoritos. Algunas incluso se perdieron por los pasillos de El Corte Inglés en busca del baño, mientras compartían confidencias sobre el talent musical.
Unos mataban el tiempo desde el suelo y otros se impacientaban, ya de pie, sujetando una silueta el cartel de Martin, portando banderas de Uruguay en apoyo a Lucas o enormes pancartas donde podía leerse “Violeta es por ti que brillan mis ojos hoy” o “Ruslana, una foto juntas por favor.” La adrenalina de las galas de los lunes que este año se vivió en Prime Video se trasladó al templo musical, donde años antes debutaron Aitana o Alba Reche.
Las gradas empezaron a llenarse: todo el mundo que llegaba, lo hacía con una sonrisa, y la certeza de que iban a vivir una noche única. Y entonces, las personas que esperaban en sus asientos se levantaron de repente. Algo estaba pasando. Acababa de llegar Chenoa que se acercó al público de los sectores cercanos.
La sorpresa llegaba cuando una ensordecedora histeria colectiva empezó a retumbar a lo largo y lo ancho del mítico estadio, cuando las luces se apagaron. Los concursantes inauguraban la noche con la grupal Libertad, de Nil Moliner, mientras que el intenso furor de familias y grupos de amigas opacaban la propia voz de Naiara, la ganadora, y el resto de la troupe del programa de Gestmusic. Los fans se dejaron la garganta en cada entrada al escenario de sus ídolos, como si fuera la única forma de mostrarles su apoyo. Una ruidosa marea (el fenómeno OT va in crescendo desde su nueva etapa en 2017) detonaba bajo el WiZink Center. La entrega era profundamente apasionada.
“Hemos pensado tirar claveles cuando acabe de cantar SloMo“. Esta era una de las tantas iniciativas organizadas por los fans (en este caso de Ruslana) para convertir el concierto en algo memorable. Omar fue el primero que cantó en solitario por Serrat. Para el bombero, “una fecha súper especial en la tierra que me vio nacer”.
Cualquier promesa musical querría verse respaldada por un fandom como el de Operación Triunfo, que es espejo de una generación, e igual se deshace en vítores, como regala flores, y acompaña en sus versos. La cantera juvenil: groupies y dúos familiares, se dejó la voz ante un show emocionante, desde la primera hasta la última nota.
Y aunque no hubo beso (al menos esa noche), sí hubo un calor en el que el público tuvo que contener la respiración, como sucedió con Alors on dance, y un Martin rebelde, pasional y despeinado, moviéndose con mucho estilo por la barra de pol.
Luego llegó Álex Márquez y Martin con Tiroteo. Denna estampaba su brillo con El dragón, esa canción que compone el tercer disco de Lola Índigo, que ahonda en las fragilidades de la artista, referente femenina de la escena urbana. El público entonó un “acalorado estoy” con Lucas y Omar, mientras Bea demostró su talento genuino y voz portentosa con River Deep, Mountain High. Necesitamos que su fuerza arrolladora se quede con nosotros durante mucho tiempo. ¡Vaya poderío!
La fiesta intergeneracional abarcó desde José Luis Perales, Camela, Belén Aguilera a Nathy Peluso. Por eso, OT es ochentera y urbana, es nostálgica y moderna. Padres y madres se mueven al ritmo de canciones de su época, mientras sus hijas encuentran el disfrute con Escriurem o I kissed a girl.
“Hoy se juega en casa”. Lo dice Ruslana, que incendia el escenario con Salvaje, acompañada de Naiara. La ganadora de esta edición presentada por Chenoa fue la viva imagen de la seguridad escénica y el talento multidisciplinar: baile y dominio vocal perfectos. Aunque parecía que con tal furor el silencio era algo impensable en la noche del jueves, llegó Suzette para pedir sosiego y dejar volar a la emoción con A Song for You. Su voz aterciopelada fue manto para un Wizink iluminado que por primera vez se paró a escuchar.
Lo mismo ocurrió cuando Chiara Oliver se sentó al piano para interpretar Mía, de Belén Aguilera. Se lo dedicó a su “mini yo”. Su emoción se convirtió en un sentimiento compartido. Pero, el verdadero milagro llegó con Paul Thing y When The Party’s Over. Abrió la boca, y el corazón del público empezó a resquebrajarse. “¿Cómo puede cantar así”. Su belleza vocal es incomparable: te acaricia y no te suelta. Tampoco se quedó atrás Salma con su versión de Camela. A excepción de algún pequeño fallo técnico, el grupo de OT 2023 se mantuvo en un perfecto equilibrio, ofreciendo una antesala perfecta a su apertura al mundo musical. La marea seguirá viva y aún quedarán muchas historias por contar.