Belén Cuesta, de camarera soñadora a actriz 360

La actriz malagueña fue reconocida con el Premio Goya a Mejor Actriz protagonista por su trabajo en La Trinchera Infinita

Aparecen las lágrimas en los ojos. Son unas primeras lágrimas de desesperación. En un bar, una carismática camarera se gana el afecto de los clientes poniendo copas. Pero su sueño va mucho más allá de aquella barra. Interior noche. Belén hace una jornada más en Válgame Dios, un conocido bar del barrio madrileño de Chueca. Javier Ambrossi, ahora genio de los guiones más locos y director es su compañero de barra.

Y volvió a llorar para brillar…

2013. Belén saca su trabajo adelante y con lo poco que gana sigue formándose en la interpretación. Lo que nunca se imaginaría es que los Javis se convertirían en talismanes de este viaje. Para ellos, Belén Cuesta siempre fue Miss Fogones Universal. La actriz se iniciaría en este oficio en un microteatro escrito por ambos y Brays Efe.  Vieron estrella y verdad en una actriz que cumplió la promesa de su padre. “Ser la mejor”. Peleona desde los inicios, ahora Belén saborea un éxito que abraza con trabajo, talento y compromiso con cada nuevo proyecto que se le presenta en el camino.

 

Musa de la verdad, alma carismática y actriz 360

Belén se pasaba las horas en ese bar pero seguía intentándolo. En sus horas libres se dedicaba a su verdadera pasión, la interpretación y ensayaba, siempre preparándose para cuando llegase el momento. Fue una etapa difícil, en la que la mayor parte del tiempo era oscuridad. Su autoestima estaba de capa caída y a veces se hacía complicado salir adelante. Hasta un día en que una promesa se convirtió en el mejor aliciente, una lucecilla en el camino de la rutina y el conformismo. Javi Ambrossi le prometió que escribiría un papel que le cambiaría la vida. Y así fue.

Amor al arte, amigos y presupuesto cero fueron los protagonistas de los primeros trabajos de los Javis.

Entonces apareció Llamada, un musical que comenzó en el hall del Teatro Lara para quedarse unos días y que a día de hoy sigue llenando las butacas de la sala principal. Belén Cuesta se metió en la piel de la hermana Milagros. Una auténtica revolución, un descubrimiento inolvidable que les llevo incluso a hacer su adaptación en el cine. Las lágrimas de desesperación que mataban las horas muertas en Válgame Dios, desaparecieron. Aparecieron en su rostro unas lágrimas que se sentían mucho mejor. Lágrimas de emoción por ver qué construyes un sueño poco a poco y que el trabajo va teniendo su recompensa. Saber que estás en el camino correcto y seguir creciendo.

Luego llegaría ese papel de tierna secretaria a la que se le resiste la carpeta de spam. Magüi sería un nuevo abrazo en su carrera en la serie Paquita Salas, también escrita por los Javis.

Belén, brillante en la vis cómica, siguió desarrollando ese lado en el que empezamos a descubrir una actriz de comedia que sabe conectar con el público. Llega entonces su participación en Ocho apellidos catalanes y Buscando el norte. Es en la comedia donde ha tenido oportunidad de trabajar este registro en profundidad. De alguna forma se la pudo encasillar en la comedia por sus últimos proyectos pero llegó el momento en que necesitaba un cambio, romper esquemas y sorprender.

Belén Cuesta es una de las actrices más sólidas y brillantes de la última década. Sabe manejar la comedia y ser versátil y aportar un espléndido estado de madurez interpretativa en el género dramático. Volvieron las lágrimas, esta vez de felicidad cuando subía a recoger su premio Goya, ese cabezón que el público le habrían dado hace unos cuantos años por algún trabajo en comedia. Pero parece que a la tercera va la vencida. Fue por La Trinchera Infinita. Por Rosa, un personaje que le ha permitido desarrollarse y provocar fuertes emociones.

Belén Cuesta se atrinchera de forma brillante en el mundo de la interpretación. Es las actriz del momento, su versatilidad inigualable hace que sea buena en comedia y drama, y además sabe cantar y bailar. Paquita Salas no podría estar más orrgullosa de que esa camarera no tirara la toalla y volviera a Málaga en un arrebato de desesperación porque nos hubiéramos perdido lo mejor de nuestro cine y televisión.

Gracias, Belén

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