El Embarcadero se vendía como la serie del año. Sus expectativas eran demasiado elevadas, algo que a veces rema a contracorriente del éxito. Tenía una gran predecesora, La Casa de Papel, que había dejado el listón muy alto. Sin embargo, la nueva ficción de Movistar + se ha quedado en un simplista triángulo amoroso disfrazado de thriller que ya hemos visto en otras producciones españolas y no aporta nada nuevo a nivel narrativo.
La serie creada por Álex Pina y Esther Martínez Lobato y producida por Atresmedia Studios y Vancouver Media arranca con la muerte del que, a priori, parecía el gran protagonista, Óscar, el personaje interpretado por Álvaro Morte. La trama sigue su curso con la investigación por parte de su mujer Alejandra (Verónica Sánchez) y la aparición de flashbacks de la vida de Óscar antes de su muerte en la Albufera de Valencia en extrañas circunstancias. Casi desde el inicio de la serie estamos más pendientes de Alejandra y del mundo que le rodea. Asistimos a la exploración personal de este personaje aparentemente perfecto que ve cómo su vida se derrumba con un doble golpe: la muerte de su marido y el descubrimiento de su infidelidad. Después de 15 años de supuesto feliz matrimonio, descubre que no conoce a su marido. Es muy interesante para el espectador ver la relación que entabla Alejandra con Verónica (Irene Arcos), la amante de su marido que lleva una vida completamente distinta a la suya, con otros miedos e inquietudes.
El erotismo ocupa más lugar del deseado
Descubrimos el fascinante mundo de Verónica de la mano de Alejandra, el personaje que lleva el peso de la trama. Me gusta la nueva forma de retratar la relación entre la mujer y la amante. No hay odio. Se trata de una relación de sororidad, en la que Alejandra aparece en la Albufera en busca de la verdad sobre la dible vida de su marido pero a la vez con el objetivo de descubrirse a sí misma.
Verónica Sánchez, imparable y soberbia
Al igual que en La Casa de Papel, Álex Pina ha intentado que el espectador se ponga en la piel del protagonista y entienda por qué se comporta así. En este caso, comprendemos que se puede estar enamorado de dos personas a la vez. En este sentido, aporta una doble visión que es un acierto y se agradece por parte del público. Sin embargo, El Embarcadero sigue un patrón nada lógico en un thriller en el que, en lugar de encontrar una buena dosis de acción e intriga, nos topamos con más de lo mismo: el erotismo está presente detrás de cada personaje, ocupa más espacio del deseado en la pantalla y eso, a veces se aleja de lo que cualquier serie de este estilo cabría conseguir. Los primeros capítulos se caracterizan por una lentitud que lleva a la distracción, pero a medida que avanza la trama, la serie adquiere mayor agilidad narrativa. Un relato que acaba por convertirse en una historia vacía. Cuando se apoyan en expresar un torrente de emociones en exceso, la narración pierde fuerza y es ahí cuando decepciona y se queda a medio camino de la serie que todos esperábamos ver. Una serie que no potencia ni profundiza en su componente de thriller y se pierde en su relato.
La frialdad de la ciudad vs la vitalidad de la Albufera
Valencia se convierte en un personaje más. El Embarcadero es una ficción visualmente sobrecogedora. Lo mejor de la serie es precisamente la elección de las localizaciones. Los creadores entienden Valencia en una dualidad conmovedora, la de la ciudad moderna y desprotegida y la colorida Albufera que propone un viaje a lo salvaje, a lo desconocido, a lo permisible e invisible. Un lugar fascinante que se identifica con la personalidad de Verónica. Nunca antes se había construido un universo tan cuidado al detalle. Se hace un trabajo impecable de fotografía, con la que se alcanza una gran calidad visual que es uno de los puntos fuertes de esta ficción. Es un viaje cromático entre dos realidades opuestas, entre el mundo de las apariencias y el mundo natural y honesto de los sentimientos. Lo que parece en la ciudad una prisión, en el campo es la libertad. Un contraste de las emociones de cada personaje que también se identifica con el paisaje que aparece a lo largo de la serie. Hay escenas que te ganan como la del velatorio en la que el personaje de Alejandra se inclina sobre el cadáver para que nadie vea que está intentando acceder al móvil de su marido.
Una ficción visualmente sobrecogedora
Verónica Sánchez (Sin Identidad) está imparable y soberbia en su interpretación a la altura del reto emocional de su personaje. Irene Arcos (Hispania) es la frescura y la naturalidad. Descubrimos su gran potencial artístico con uno de sus primeros protagónicos en una serie de estas características. Ambas destacan por su complicidad y la vinculación emocional que se produce entre ellas con tan solo mirarse. Por su parte, Álvaro Morte tiene una conexión con la pantalla sobrenatural que hace que disfrutemos de su calidad interpretativa cada vez que aparece y nos mira.
El Embarcadero tiene pendiente el estreno de la segunda temporada en Movistar +. Mientras que llega, puedes ver la primera temporada si quieres experimentar un viaje colorista a través de la Albufera. Hay algo salvaje, algo que más allá de su trama que hace que te enganches y tengas que verla hasta el final.