Cuando todo esto termine, la vida de Lucrecia, Valerio, Cayetana, Nadia, Carla, Samu, Rebe, Guzmán, Ander, Omar y Polo ya no será la misma. En ese otro lado, en el que ya no existen apariencias, ni planes idealistas, está la oscuridad que siempre aparece cuando todo parece volver a la normalidad. Pero juntos pueden con todo. Detrás de esa unión, en la que los roces se vuelven más fuertes ante las adversidades, nos encontramos con un fenómeno incontestable más allá de cualquier tipo de opinión. La realidad está ahí. Élite es una de las series españolas más populares de Netflix que ya ha cruzado fronteras.
Una tercera temporada que despide a parte de su reparto en lo más alto. La ficción pone al límite a cada uno de sus personajes y revelando su lado más humano, donde ya no importa que todo el instituto te mire si es para decirle a esa compañera de pupitre que tú eres la única que debe decidir sobre tu futuro.
La serie creada por Carlos Montero y Darío Madrona sigue la estela que ya habíamos visto en sus anteriores entregas: un asesinato que abre paso al misterio que es una de las claves de una serie de corte juvenil que conecta teniendo en vilo a la audiencia hasta el final. La producción de Netflix funciona mucho mejor cuando se centra en temáticas sociales con las que es fácil reconocerse. Mientras que la sobresaturación de fiestas y drogas no representa a la mayoría del público adolescente, sí se acerca a lo más vulnerable al reflejar la crueldad de una enfermedad como el cáncer, el triunfo de la sororidad y el amor propio o la lucha por la independencia.
Sororidad y enfoque feminista
Élite por fin encuentra su lugar y lo hace con una intención muy marcada. lo cual es todo un acierto. Ante una premisa que no aportaba nada nuevo, Élite se reinventa en su nueva temporada con un desarrollo de los personajes más humanos y es que incluso se consigue empatizar a “los malos” y descubrir que incluso las divinas y populares del Instituto Las Encinas tienen corazón.
Al final de la segunda temporada, se desvela un hecho que es determinante para el progreso de la tercera: Polo es el asesino de Marina. El personaje interpretado por Álvaro Rico, con un potente foco dramático, es el más sufridor que a medida que avanzan los capítulos, es consciente de la situación que tiene que enfrentar, la de no esconderse y reconocer sus errores. Asimismo desarrolla de forma inesperada su instinto de protección por Carla, desde la distancia.
Y precisamente es el personaje interpretado por Ester Expósito el que atraviesa un mayor rango dramático, al igual que pasa con Lu, la popular de la clase, la reina latina de las diademas que muestra su lado más frágil y por fin abre su corazón, cuando está al límite. Y el de Nadia, que por fin alza su voz ante una familia clasista que vive muy arraigada a la cultura de la protección.
Danna Paola muestra que no hay reto que no pueda enfrentar con solvencia y brillantez. Impresionante lo que provoca con su personaje, de ser fastidiosa a ser una chica de corazón quebradizo a la que queremos abrazar. Mina El Hammani, siempre al nivel de sus compañeras. Su verdad traspasa la pantalla y hace que nos sintamos orgullosos de tener una actriz con tanta presencia y talento el universo de nuestra ficción.
Claudia Salas es una de las imprescindibles de la ficción que encuentra el equilibrio entre el drama y la comedia, es un disfrute verla actuar y sin duda es una de las promesas de la interpretación a la que esperamos ver en nuevos proyectos.
También destacar la interpretación de Georgina Amorós en el papel de Cayetana que sabe encontrar el punto justo de esa chica manipuladora, insufrible y a veces invisible.
Adiós a la rivalidad. Personalmente, me parece fascinante el arco narrativo que se explora con los personajes de Nadia y Lu que nos regalan algunas de las escenas más emotivas, humanas que revelan que la sororidad y la complicidad son el mejor camino. Asimismo, es todo un acierto la evolución de Carla, de esa niña dulce y algo consentida, siempre obligada a salvar el negocio de las bodegas de su familia a terminar independiente y liberada al final de la temporada. La condesa da un golpe sobre la mesa y elige hacia donde quiere dirigir su futuro. Por otro lado, Élite vuelve a dar espacio al colectivo LGTB y al poliamor, algo que realmente aplaudimos.
Los nuevos fichajes Leïti Sène y Sergio Momo son un soplo de aire fresco que son el talismán perfecto para que los personajes de Carla y Nadia dejen de ser marionetas en manos de sus padres. No era nada fácil entrar en una serie que ya estaba a un nivel altísimo, con un equipo ya formado, su legión de fans ya construida y que avanza a toda velocidad. Pero lo hicieron con mucho acierto y naturalidad.
Élite sigue fiel a su esencia, casi todos los personajes encajan como sospechosos de una muerte en una discoteca en el Teatro Barceló en la que los espectadores desconfían de alguien diferente en cada episodio. Y eso sin duda es algo muy valioso, sin llegar a convertir el conjunto de la serie en un factor repetitivo.
El eje central es Polo, pero también se intenta que cada uno de ellos tenga su espacio y su importancia dentro de la trama. En la tercera temporada de Élite, se acaba con incongruencia de guion, el descontrol y se apuesta por el realismo de unas vidas acentuadas por el dramatismo. Sin embargo, el final deja un sabor agridulce a todos los añadidos positivos que encontramos en esta nueva entrega. Lo que podía haber sido espectacular y explosivo, se queda algo insustancial.
En definitiva, Élite disfruta su libertad más brillante en las ventanas de Netflix con más aciertos que errores. A pesar del final, todo suma y nos encontramos ante uno de los productos más potentes de nuestra ficción. Echaremos de menos a los que faltarán en la cuarta temporada pero agradecidos por los giros narrativos con los que se han cerrado.