La Casa de Papel devuelve lo mejor de su ADN. La popular serie de Netflix regresa con una temporada que crece en intensidad, acción y un brillante guion que sabe trasladar lo mejor del cine y la televisión en un producto inigualable. El corazón de los espectadores no deja de palpitar a lo largo de los ocho capítulos, la adrenalina traspasa la pantalla y revela que estamos ante la serie más eléctrica, poderosa y significativa de la última década audiovisual.
El matriarcado explotó y la fuerza de los atracadores resistió ante la pólvora de granadas, la sangre derramada y lo que nunca esperas pero a lo que siempre estás preparado. El banco de España saltó por los aires. El terror se desató con Gandía (José Manuel Poga), jefe de seguridad y rehén maquiavélico que puso al límite su crueldad y dureza. Todo por el precio de la libertad. Pero se olvidó de lo más importante, nadie toca a la familia más poderosa y verdadera, la que viste un mono rojo y máscaras de Dalí. La que se une ante las adversidades, la que se muere de miedo cuando tiene que operar a Nairobi, la que salva a sus compañeros antes que a sí mismos, la que tiene un as bajo la manga.
El ingenio de los guionistas no tiene límite y lo vuelven a demostrar. Saben alimentar una trama muy potente con giros que no dejan de sorprender, miden el riesgo, cuidan el producto sin llegar a que “ese chicle” como muchos denominan erróneamente a la serie se rompa en ningún momento. Y es que más que un chicle, es un caramelo que uno puede saborear en pequeños pedazos. El equipo de Álex Pina sabe equilibrar elementos de acción, denuncia social, amor con la desesperación de una banda de atracadores que vive sus horas bajas. Saben como poner en bandeja de plata su ingenio y entregarlo en un ejercicio de generosidad absoluta. Es cierto que los mejores episodios son los tres últimos. Los 5 restantes que nos llevan a ese estado de electricidad no son igual potentes pero sí decisivos y bien armados para el desarrollo de la trama.
La temporada comienza con mucho que resolver. El Plan se tambalea con una operación en la que Nairobi se debate entre la vida y muerte, el despiadado y manipulador interrogatorio de Alicia Sierra a Lisboa, la revelación de Gandía como el villano de la temporada y la traición de Palermo. El Profesor tiene por delante una de las misiones más complicadas: necesita cabeza fría y dar una vuelta de tuerca al golpe que tantas horas había ocupado su mente. Tokio, Río, Estocolmo, Denver, Helsinki pasarán por una etapa de altibajos, en la que estarán más unidos que nunca. No hay misión imposible o eso es lo que nos han contado para una banda que siempre se adelanta a la Policía. Se recuperan de los golpes para hacer un juego de estrategia y armas que no permite margen de error.
La Casa de Papel dibuja un legado imparable
Además, por fin se resuelve la incógnita del personaje de Belén Cuesta para nada esperado por el público, infiltrada de banda que es un soplo de aire fresco como todo lo que interpreta una actriz tan carismática como ella. Arturito sigue haciendo de las suyas y se reconfirma como un personaje perfectamente dibujado y ejecutado que consigue ser despreciable. Un aplauso para el actor que lo interpreta, Enrique Arce, así como la brillantez de Álvaro Morte que da vida a uno de los personajes más complejos de la serie, El Profesor.
Todo el reparto está brillante pero si hay alguien que siempre destaca a pesar de que en esta ocasión tiene menor peso en diálogos esa es “la puta ama”, Nairobi, a la que interpreta Alba Flores, una actriz de naturalidad desbordante y personalidad arrolladora, terremoto interpretativo que sabe conectar y hacer historia. En esta temporada vive uno de sus momentos más difíciles. Detrás de la fortaleza de Nairobi, se esconde Ágatha, experta en robos que dejó su vida de antes para hacer historia por todo lo alto. Y lo hizo, siempre fiel a sus principios, sin dejar que nadie le pisoteara y cuestionara sus decisiones. Líder del matriarcado y con un corazón que enternece a Helsinki, el de apariencia más dura. La que da importante lecciones, la última en solidaridad con todas las mujeres. “¿Sabéis qué da mucho miedo también? Volver a casa de noche sola. Pero una continúa haciéndolo. Coge el miedo de la mano y a seguir viviendo. ¡Porque hay que vivir, señores! ¡Hay que vivir hasta el final!”, decía su personaje todavía malherida por la operación. Lo que reconfirma por qué Nairobi es el mejor personaje que nos ha dado esta serie.
Tampoco podemos olvidar el buen trabajo que hace Úrsula Corberó con Tokio, el de Jaime Lorente con la dualidad de ternura y fuerza bruta de Denver, hasta la buena ejecución de Rodrigo de la Serna con el personaje de Palermo que se hace más odioso que de costumbre. Asimismo, destacar el poder camaleónico de Najwa Nimri, una actriz brillante y virtuosa que sorprende en el papel de Alicia Sierra.
Los creadores quieren muchos a sus personajes, los de ahora y también a los que han despedido por la puerta grande. Por eso, Berlín sigue siendo protagonista en forma de flashbacks, lo que permite al espectador disfrutar del trabajo de un Pedro Alonso siempre soberbio. El final no resuelve el misterio que todos los espectadores desean saber ¿La banda saldrán como héroes o todo se quedará en un golpe fallido? Un giro de guion deja con la duda y tendremos que esperar a la próxima temporada para ver si lo que todos deseamos, se cumple.
La Casa de Papel sigue creciendo, sorprendiendo y aportando un paso de calidad gigante. Icónica, histórica, adictiva y con el mismo poder que en su debut. La producción de Netflix dibuja un legado imparable entre un universo de monos rojos, caretas de Dalí que ocultan a los verdaderos héroes y heroínas, líderes de golpes infalibles que dejan huella. La resistencia pide un jaque mate para celebrar y no llorar más. Solo el tiempo nos dará la respuesta.