Sala Joy Eslava. Vuelo sin billete de vuelta. Natalia Lacunza, lista para desplegar de nuevo sus Otras Alas, las más auténticas y verdaderas de su debut musical.
Los que confiaron en ella desde el principio siguen al pie del cañón, a su lado en cada nuevo concierto o encuentro que se convierte en una cita inolvidable. Esta vez no fallaron. La ilusión y los nervios eran testigos de una noche que muchos de ellos necesitarían reproducir en bucle. Es el poder adictivo y transgresor de una cantante y compositora que renueva su magia en los directos.
A pesar de no haber tenido apenas tiempo para los ensayos, Natalia brilló una vez más, dejando claro que si es capaz de hacer magia con el repertorio de su EP Otras Alas, su primera gira de conciertos será una “joyita”, la mejor recompensa al trabajo en el estudio y a la incesante espera de esos fans que cuentan los días para que llegue este momento.
Natalia Lacunza volvió a respirar la libertad con la que una palomita con miedo a lo desconocido empezó este viaje. Desde las calles de Pamplona, hasta un plató de televisión a los escenarios en los que experimenta su propio sonido, entrega su alma a sus fans y demuestra que ha nacido para estar encima de los escenarios. Dice que no está demasiado familiarizada con los escenarios pero lo cierto es que cada vez que se sube a uno enamora y acaricia el alma como si llevara toda la vida haciéndolo. Es el valor de una artista que se emociona con lo que hace, que simplemente escucha a su corazón y es ella misma. Ese es su verdadero triunfo.
Dando las gracias “a Sephora por esta oportunidad”, empezaba Natalia un show que sería corto pero intenso “como ella”, dejando claro que sería una noche muy especial. Era la primera vez que cantaba como solista en una de las salas más míticas de la capital.
El concierto comenzó con Otras Alas. Sentada en un taburete, acompañada de su dj Laura, y con su manita en el pecho, Natalia empezó a entonar las primeras notas de una canción que multiplica su magia y sentimiento en directo, aunque esta vez Marem no pudo estar con ella. Natalia presentaba su próxima canción. “Lloré mucho escribiéndola”. Y entonces se escucha una voz entre el público. “Pues anda que yo escuchándola”. Es No te veo, una de las canciones más emocionales y especiales de la cantante.
Ahora llegaba el turno de una de las favoritas de sus seguidores, Olivia para dejar paso a las bailarinas Safu y Valeria que acompañaron a Natalia en su tema Tarántula, en la que es imposible no darlo todo como pasa con Gata Negra. Después, volvió la delicadeza con un tema que dice mucho aunque dure poco. Nada.
La cantante cogió aire, bebió agua y hubo un momento en el que parecía que se ahogaba. “Estas cosas solo me pasan a mí”, bromeaba. Y cuando parecía que se había quedado sin voz, casi al final del concierto llegó el mejor regalo en un acto de generosidad y desnudez con su público. La joven interpretó Nana triste a capella, acompañado de las voces de los allí presentes que cantaron con ella y se quedaron con el alma rota y los ojos llorosos. Natalia se acercó a una chica que se emocionó y la abrazó muy fuerte. La pamplonesa se despedía, dejándonos con ganas de volver a encontrarnos con ella.
En un formato intimista y acústico en los temas que dejan resaca emocional y con una coreografía que sube la energía del público en las canciones más movidas, Natalia demostró su brillante versatilidad. Una noche en la que pidió al público en más de una ocasión que cantara con ella y no la dejara sola.
Natalia, tu sensibilidad es milagrosa. No sueltes de la mano a esa palomita que encontró el sonido de la libertad y que ha llegado para quedarse, sigue emocionándote con lo que haces, con lo que creas y lo que sientes dentro.
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