Por 13 razones no consiguió encontrar su sitio y solo mantuvo la llama viva con la nostalgia, la empatía y la emoción como telón de fondo. Funcionó poco y esto fue lo único que logró salvar esta cuarta temporada
Todo empieza con un funeral y nos preguntamos quién es el personaje al que matarán en este adiós definitivo. La trama sigue su curso en el Liberty, mientras que esperamos ver algo que merezca la pena. Los espectadores no queremos más de lo mismo, buscamos algo bien hecho. Y lo cierto es que cuando parecía que no, pues sí, llegó.
La serie de Netflix firmaba una última entrega más larga que de costumbre casi en su totalidad con acontecimientos sin sentido, lo que hizo que el espectador perdiera el hilo desde el principio, algo que nunca debería suceder con una ficción dirigida a un público adolescente. El punto de partida era atractivo pero los guionistas no supieron dar coherencia al conjunto. Desde los primeros episodios, que podríamos decir que están de relleno, no se cuenta nada nuevo, solo la constante preocupación de Clay y sus amigos que intentan que no salga a la luz la verdad sobre el asesinato de Bryce Walker. A partir del sexto capítulo, todo empieza a coger un ritmo mucho más ágil con capítulos que esta vez sí están a la altura y lo cierto es que agradecemos que así sea.
La primera temporada funcionó muy bien y a partir de ahí, el equipo de la serie quiso correr para exprimir al máximo la historia, quisieron abarcar demasiadas cosas y se quedaron a mitad de camino. Alargaron la serie cuando podrían haberla dejado en tres temporadas y terminar de forma más sólida y argumentada la trama de cada personaje.
Clay Jensen tiene serios problemas de ansiedad y se debate entre lo real y las jugadas psicológicas que le hace su cabeza que arrastra demasiado sufrimiento. Continuamente se le aparecen Bryce y Monty, lo que desata la locura. Además, no es consciente de ciertas actitudes violentas que él no recuerda haber realizado. La cuarta temporada de Por 13 razones sigue buscando los ingredientes que ya caracterizaron entregas anteriores: misterios, secretos, paranoias y los problemas de la etapa de insitituto (exagerados eso sí, porque no es algo común en la vida real de muchos adolescentes).
Sin embargo, la serie se salva por dar visibilidad a temas importantes como la debilidad mental (ansiedad y depresión) de los jóvenes por afrontar demasiada carga de sufrimiento, el acoso escolar o en esta última temporada, la denuncia del abuso policial sobre los estudiantes que ha coincidido con el movimiento Black Lives Matter. Aunque lo cierto es que falta un retrato más sano en cuanto a la violación y el abuso sexual, lo que desde el inicio fue objeto de críticas.
Uno de los personajes que más empatizan con el público, uno de los mejor diseñados es el de Jessica, de alma revolucionaria, incansable cuando se trata de defender la libertad y los derechos de las mujeres en un ambiente donde sobra demasiada testosterona.
AVISO SPOILER
Desde siempre, Por 13 razones fue concebida como una serie oscura pero con ese toque de positivismo, ese golpe de efecto necesario para entender que la vida es un continuo sobresalto y que hay que sufrir para avanzar. “Terminar con una nota de esperanza sin ser demasiado forzado”, explicaba a EW Brian Yorkey, el creador de la ficción. Y la parte más gris llegó con la muerte de uno de los protagonistas más queridos, Justin Foley.
La despedida de uno de los mejores personajes que nos ha dado esta serie fue la mayor sacudida de lágrimas y emociones para los seguidores. Difícil de asimilar. En dos capítulos terminan con su trama y es algo que podrían haber hecho con algo más de pausa y mimo por respeto al público. Pero lo cierto es que querían acabar con algo intenso al final y no le dieron demasiadas vueltas. El final supone el reencuentro de personajes que hacía tiempo que no veíamos aparecer como Ryan o Courtney.
El discurso de los personajes de Jessica y Clay en la graduación es realmente emotivo e inspirador. Dicen adiós a la etapa del instituto y se embarcan en una nueva, dejando atrás las voces del pasado como la de Hanna Baker. Las cintas se quedan por fin bajo tierra. Toca vivir de verdad. Al final son jóvenes supervivientes. Y encuentran una motivación para salir adelante.