El Teatro Fernán Gómez rescata la obra del norteamericano Edward Albee que fue ganadora del Premio Pulitzer en 1967
Edward Albee fue uno de los máximos exponentes del teatro sesentero, donde las tablas eran escenarios moldeadores de un estilo caótico y revelador, donde familias imperfectas lidiaban con sus miserias. A esa ola frenética se unió también Tennessee Williams con algunas aclamadas obras como Una gata sobre un tejado de zinc, también llevada a la gran pantalla con Elizabeth Taylor y Paul Newman. El denso texto de Un delicado equilibrio se hizo realidad en la década de los 60, pero su mensaje cala hondo en el público de la era de la inteligencia artificial, ya que está de ruidosa actualidad. Fue su siguiente revelación dramaturga después de su éxito Quién teme a Virginia Woolf.
Un delicado equilibrio fue tan trascendental que resultó ganadora del Pulitzer en 1967. Alicia Borrachero y Ben Temple son los responsables de la traducción de la obra, al mismo tiempo que encaran la interpretación de la dupla protagonista. Ambos dan vida con una absoluta solvencia y credibilidad a Agnes y Tobías, un matrimonio bien avenido que a veces se odia y otras veces se obliga a quererse y se apoya en las circunstancias más frágiles de su rutina.
A lo largo de la obra, que se ha afincado en el madrileño Teatro Fernán Gómez hasta el 28 de abril, todos los personajes se encuentran sumidos en una profunda dependencia al alcohol, algo muy típico en el teatro de disparate novelesco que quizás puede resultar exagerado en una época que desafía las adicciones. La dirección corre a cargo del argentino Nelson Valente.
Vorágine familiar sesentera
La única que de verdad parece tener un grave problema de alcoholismo es Claire, el personaje más histriónico y divertido de Un delicado equilibrio. Manuela Velasco asume uno de los papeles más complejos que se mueve en matices a veces indomables, pero que la actriz sabe ejecutar a la perfección. Es la única del elenco que se atreve a opinar sin filtros. Una fantástica Manuela Velasco se tira al barro, en este caso al suelo del salón con una copa de brandy y se ríe a carcajadas mientras despotrica de su propia hermana. Tobías (Temple) accede a sus peticiones sin rechistar, ejerciendo de un maître en una casa descollante de disentimiento.
Agnes y Tobías son una pareja de mediana edad que ven cómo su vida se tambalea cuando sus amigos de toda la vida, Harry (Joan Bentallé) y Edna (Cristina de Inza) aparecen en su apartamento con la intención de quedarse a vivir con ellos, sin ni siquiera preguntarles. A su vez, su hija Julia (Anna Moliner) vuelve a casa tras su cuarto fracaso matrimonial, lo que siembra el caos en una familia con demasiados vértices discrepantes. Las recriminaciones, el miedo al cambio, la felicidad envuelta en una casa disfrazada de elegancia y aparente perfección se cruzan en la vida de esta peculiar hornada de personajes.
Agnes toma el mando de su familia y cree que tiene controlada la situación. Incluso cavila sobre la posibilidad de perder la cabeza, mientras que Tobías se refugia en una indiferencia que saca de quicio a las mujeres del clan. Por su parte, Julia no va a tolerar que unos extraños se apropien de su habitación y monta en cólera en uno de sus momentos de mayor fragilidad. La joven ha roto con su marido y sus padres no parecen alegrarse con su vuelta.
Claire ofrece el contrapunto perfecto, regalando refrescantes momentos que arrancan las risas del público. El texto es de absoluta vigencia en pleno 2024 en una apuesta por un teatro de factura clásica. Todos los intérpretes están al servicio del proyecto con una entrega encomiable, sin ensuciar su esencia, sino ensalzándola. Un delicado equilibrio estará en el Teatro Fernán Gómez hasta el próximo 28 de abril.